Exposición Industrial es el nombre genérico de varias exposiciones de gran importancia que han sido celebradas por todo el mundo desde la segunda mitad del siglo XIX.
Las exposiciones universales nacieron con el fin de dar a conocer nuevos adelantos de la industria, el comercio y las artes, para favorecer el progreso técnico e industrial, reforzar los intercambios y las cooperaciones común entre las naciones.
Si bien es cierto que antes de 1851 —año en el que nació el concepto "Gran Exposición" como tal— se dieron un cierto número de exposiciones internacionales —aunque de carácter más restrictivo y que trataban de temas más concretos—, no fue hasta que se llevó a cabo la idea del Príncipe Alberto que dichas exposiciones tomaron la noción que hoy día conocemos, con la intención de mostrar el progreso de la humanidad y los logros de todos los pueblos del globo.
La primera Exposición Universal, como ya se ha dicho, tuvo lugar en Londres en 1851. París organizó seis Expos brillantes de 1855, 1867, 1878, 1889, 1900 y 1937. Entre las ciudades que ha sido sede de otras grandes exposiciones se encuentran: Viena (1873), Nueva York (1853), Barcelona (1888) Bruselas (1897) y Saint-Louis (1904).
Está claro que esto significó una muestra del gran progreso que se vivía en aquellos tiempos.
Pero, por otra parte, si nos damos la vuelta y observamos con un poco más de atención, podemos cuestionarnos la noción del progreso.
Los menores han sido explotados laboralmente a lo largo de la historia. En Inglaterra dominó esta situación durante la Revolución Industrial: algunos menores trabajaban hasta 16 horas diarias en condiciones incluso peligrosas.
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“En esta fábrica trabajan mil quinientas personas, y más de la mitad tienen menos de quince años. La mayoría de los niños están descalzos. El trabajo comienza a las cinco y media de la mañana y termina a las siete de las tarde, con altos de media hora para el desayuno y una hora para la comida. Los mecánicos tienen media hora para la merienda, pero no los niños ni los otros obreros (…).
Cuando estuve en Oxford Road, Manchester, observé la salida de los trabajadores cuando abandonaban la fábrica a las doce de la mañana. Los niños, en su casi totalidad, tenían aspecto enfermizo; eran pequeños, enclenques e iban descalzos. Muchos parecían no tener más de siete años. Los hombres en su mayoría de dieciséis a veinticuatro años, estaban casi tan pálidos y delgados como los niños. Las mujeres eran las de apariencia más saludable, aunque no vi ninguna de aspecto lozano (…). Aquí vi, o creí ver, una raza degenerada, seres humanos achaparrados, debilitados y depravados, hombres y mujeres que no llegarán a ancianos, niños que nunca serán adultos sanos. Era un espectáculo lúgubre (…)”
Charles Turner Thackrah. Los efectos de los oficios, trabajos y profesiones, y de las situaciones civiles y formas de vida, sobre la salud y la longevidad. 1832.
La idea principal que quiere transmitir este texto es las condiciones de trabajo nefasta, inhumanas, en las que trabajaban aquellas personas, como las jornadas agotadoras, la falta de higiene y seguridad, la explotación infantil, los bajísimos salarios, etc. Además de su opinión, y el querer transmitirnos lo que él, Charles Turner Thackrah, presenció y que le impactó tanto.
Y ahora, analicemos lo que hemos visto.
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Foto tomada en París, con la base de la Torre Eiffel y parisinos de la época paseando a sus pies.
La fotografía da la sensación de una ciudad tranquila, bonita, de buen ambiente, con habitantes de buena vida, tal vez de la burguesía, que pasean sin preocupaciones disfrutando del paisaje y el sol parisino, y de una de las mayores obras arquitectónicas del planeta.
Y como sabemos, es verdad que la época fue de grandes avances industriales, entre los que destacan la famosa Torre Eiffel. Se inventaron, además, máquinas que aligeraron el trabajo en las fábricas, y máquinas como el ferrocarril que ayudaron al comercio y al transporte —entre otras cosas—. Todo ayudado por el gran descubrimiento de la máquina de vapor. Pero no todo era la tranquilidad que deja ver esta imagen, porque tras eso había gente malviviendo, tanto adultos hombre y, sobre todo, mujeres y niños, intentand
o sobrevivir con el poco sueldo que ganaban y en malas condiciones de trabajo y, por lo tanto, también de salud.
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Como se ve, por ejemplo, en esta fotografía.
Aunque realmente no creo que refleje de forma exacta cómo eran (y son) aquellos lugares, aquellos niños y aquel ambiente, puesto que la imagen parece un poco más optimista de lo que verdaderamente era, sí podemos hacernos una idea.
Vemos a niños, todos o casi todos, menores quizá de 16 años, trabajando en un espacio reducido para la cantidad de gente que hay, entre polvo, carbón y materiales perjudiciales para la salud, con las caras sucias y la ropa rota.
Está claro que la industrialización nos ha llevado a donde estamos actualmente, y que seguimos avanzando también por ella, por lo que ha traído numerosas cosas buenas, pero también debemos pararnos a pensar —y es algo que por lo normal no hacemos— en lo que se ha sacrificado para conseguir estos avances. Y es una pena que gente haya pasado por esas situaciones, y que hoy por hoy, en el siglo XXI, aún siga pasando.